¿Tu hijo se muerde las uñas, se arranca el cabello o tartamudea?
Definición y registro
En primer lugar, es necesario definir, de forma concreta y operativa, en qué consiste el tic nervioso sobre el que se va a trabajar. Igualmente, hay que realizar un registro de la frecuencia con la que aparece y en qué tipo de situaciones lo hace. Para ello, un adulto debe observar al niño y anotar la aparición del tic.
Relajación
Si tenemos en cuenta que el tic nervioso surge ante las sensaciones internas de ansiedad e inquietud del niño, es sencillo comprender por qué las técnicas de relajación son de gran ayuda. Al entrenar al menor en alguna de estas estrategias, le estamos otorgando una herramienta que le permitirá disminuir su nivel general de ansiedad, así como regular su nerviosismo en situaciones puntuales.
Reacción incompatible: la clave de la inversión del hábito
Este es el elemento clave de la intervención. Consiste en seleccionar una conducta que sea incompatible con el propio tic nervioso para realizarla siempre que se sienta el impulso de caer en el tic. Por ejemplo, sostener un bolígrafo en la mano durante unos minutos impedirá caer en la tentación de rascarse el cuero cabelludo.
Los tics nerviosos son conductas, simples o complejas que los niños llevan a cabo repetidamente y de forma involuntaria. Estos pueden ser motores, como morderse los dedos o balancearse adelante y atrás, o vocales, como toser constantemente o repetir la última palabra escuchada.
Refuerzo positivo
Es importante premiar al niño por el esfuerzo que vaya realizando, incluso antes de alcanzar la eliminación completa del tic nervioso. Así, se van programando metas semanales, como, por ejemplo, reducir a la mitad la frecuencia del tic y, si se cumple, se ha de premiar al menor con halagos y felicitaciones o incluso con algún pequeño premio material que continúe motivando su avance.