Gritarle a los niños tiene consecuencias negativas en su desarrollo personal y cognitivo. De acuerdo con investigaciones de la Universidad de Nueva York, los gritos hacen que se active el centro neuronal del miedo en el cerebro, provocando a largo plazo problemas de conducta, estrés y dificultando el desempeño escolar.
El gritarle a una persona cuando es niño puede ocasionar que durante en su vida adulta tenga problemas para expresarse emocionalmente, que tenga problemas con la memoria y puede volverla potencialmente una persona más agresiva.
- El acto de “gritar” está relacionado con la alerta de un peligro, por lo cual al hacerlo se activa nuestro sistema de alarma y se libera cortisol, hormona del estrés que pone nuestras condiciones física y biológicas en modo de huida o pelea.
- El grito constante y la liberación constante de cortisol provoca que el niño se encuentre en un estado constante de angustia y le impide pensar o hacer cosas con claridad.
- Al gritar, el cuerpo calloso (la unión entre los dos hemisferios del cerebro) no recibe suficiente flujo sanguíneo, provocando un déficit en el equilibrio emocional, afectando su capacidad de atención y otros procesos cognitivos.
- Cuando gritas, el cerebro del niño entra en modo de supervivencia. Muchos padres piensan que gritando aprenderán mejor sus hijos pero en realidad ocurre lo contrario, con los gritos el cerebro se bloquea ante lo que le están diciendo, pues los gritos son como una lanza que lo hieren y desea protegerse de estas.
- Los gritos afectan la amígdala, encargada de almacenar recuerdos relacionados con las emociones.